El 19 de septiembre de 1985, un terremoto de magnitud 8.1 sacudió a la Ciudad de México y dejó una huella imborrable. Miles de personas perdieron la vida, los edificios colapsaron y el país entero quedó conmocionado.
Pero también fue el inicio de una nueva conciencia ciudadana: vecinos, brigadistas y voluntarios se organizaron para ayudar, naciendo una cultura de solidaridad que se mantiene hasta hoy.
El terremoto de 2017: la historia se repite.
Curiosamente, también un 19 de septiembre, pero de 2017, otro sismo
sacudió a la capital y a varios estados. Aunque la magnitud fue menor (7.1), el impacto fue devastador.
Edificios colapsados, escuelas dañadas y cientos de vidas perdidas trajeron de vuelta la memoria del 85. Una vez más, los mexicanos mostraron su espíritu de unidad: jóvenes y adultos trabajando hombro a hombro, cadenas humanas de ayuda, donaciones y una sociedad que no esperó a las autoridades para actuar.
¿Qué podemos esperar en 2025?
Los sismos no pueden predecirse con exactitud. No existe una tecnología capaz de anticipar el día ni la magnitud de un terremoto. Lo que sí podemos hacer es estar preparados.
En 2025, los expertos recomiendan:
Revisar la seguridad estructural de nuestras viviendas y lugares de trabajo.
Participar en los simulacros nacionales del 19 de septiembre.
Armar una mochila de emergencia con agua, linterna, documentos importantes y primeros auxilios.
No bajar la guardia, aunque llevemos años sin un sismo de gran magnitud.
La enseñanza del 85 y del 2017 es clara: los terremotos son inevitables, pero la prevención salva vidas.
Reflexión final.
Los terremotos han demostrado que México es un país vulnerable, pero también fuerte. El 19 de septiembre se ha convertido en un día de memoria, luto y preparación.
Este 2025, más que temer, debemos aprender del pasado y estar listos, porque la diferencia entre el desastre y la resiliencia está en qué tan preparados estemos.
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